Death Race. No esperábamos menos.

El pasado miércoles 8 de octubre, Madrid nos concedió un respiro a Latura y a mí, y no supimos aprovecharlo de mejor manera que acudiendo al cine para ver "Death Race", un remake de la original del 75 que pasó con más pena que gloria por los cines, no sé si por la película en sí o por el remix interpretativo de David Carradine y Stallone.

El caso es que la película empezó con la teoría que Latura y yo venimos aventurando desde hace ya unos meses: El paro y la escasa recompensa al trabajo bien hecho desembocará en un aumento de la criminalidad, buscando la cárcel para poder comer (no es exactamente así pero lo adapto para decir en un futuro que fui un visionario).

La privatización de las cárceles hacen que sus directores las exploten comercialmente mediante sus productos, que no son ni más ni menos que los presos, en este caso los de Terminal Island.

De ahí que se organice una Death Race para incrementar notablemente los índices de audiencia.

Aunque la película tiene graves agujeros argumentales, la actuación del especialista Jason Statham y, por qué no decirlo, de Ian McShane (si la veis, jamás olvidaréis una escena suya sencillamente grandiosa) ayuda mucho, junto con el color de la película, los coches que se gastan y algunas escenas espectaculares.

Por supuesto, en este cocktail de vehículos rápidos no podían falta curvas, concretamente las de la prisión femenina. ¿Creíble? No, pero no hemos venido a creer.

¡Ah! Me encantó lo de las armas y los escudos.

Nota final: 8/10

Como regalo final, os dejo con el trailer de la muy esperada Transporter 3. Sé que el listón está muy alto, pero con Statham todo es posible.

Saludos.